En artes marciales mixtas, la preparación física ocupa un rol preponderante. Si entendemos que la excelencia en cualquier arte estará condicionada por la calidad de las herramientas con que se realice, un cuadro no será exquisito si está pintado con pinceles pelados, una sinfonía no sonará delicada si se toca con violines desafinados, y una disciplina física no será elevada si no se ejecuta con un instrumento idóneo, es decir un cuerpo fuerte, flexible, veloz y coordinado
Es cierto que al principio de la historia de este deporte, cuando cada atleta subía a la jaula a representar la disciplina de la que provenía, este concepto no era tan claro. Los estilos de combate eran lo que definía ganadores y perdedores y la preparación física quedaba relegada a un segundo plano. Tan así era, que en los primeros UFC se peleaba sin categorías de peso (grandotes contra chiquitos) porque se entendía que la técnica debía imponerse sobre el tamaño o la fuerza de los peleadores. Pero con el avance de la disciplina la sucesión de peleas y peleadores fue probando cuáles eran los sistemas más efectivos y los peleadores puros fueron desapareciendo, dejando lugar a los híbridos. Al entrenarse todos relativamente en las mismas disciplinas, el duelo de estilos fue reemplazado por un duelo de atletas y factores como la fuerza, la resistencia y el aire se volvieron determinantes.
Pero atención, no hay que dejarse engañar por las apariencias. Tener un cuerpo preparado para MMA no es lo mismo que estar musculoso y cortado. Los ejercicios específicos para obtener fuerza, velocidad y aire, sumados a las horas de técnica, lucha y sparring dan como resultado un cuerpo musculado, pero también hay otras muchas maneras de obtener un cuerpo estéticamente similar que no tienen nada que ver con el MMA. La formula simplificada sería: todos los buenos peleadores son musculosos pero no todos los musculosos son buenos peleadores.
Existen ejemplos de peleadores que no tienen cuerpos estéticamente perfectos pero son talentosos en la técnica, como Roy Nelson, siempre haciendo bromas respecto de su sobrepeso. Sin embargo con la mayor afinación del deporte y la creciente competencia, estos casos son cada vez menores. Hoy día, con el gigantesco ejército de reserva que hay pujando por entrar en cada puesto de peleador profesional, ya no se puede regalar un kilo de grasa, ni siquiera en la categoría máxima. La grasa pesa, limita, entorpece y relenta, por eso casos como el de Roy son cada vez más excepcionales.
Lo que no es para nada excepcional son los casos de musculosos que no saben pelear. Los típicos físicos de “patova” no garantizan un buen desempeño en combate sino todo lo contrario. Forjados en gimnasios con rutinas de hipertrofia, estos cuerpos suelen ser abultados pero poco flexibles, muchas veces armados con esteroides, son más voluminosos que fuertes y por sobre todas las cosas no tienen incorporados los gestos técnicos ni las astucias del combate. El musculoso de gimnasio tiene ese cuerpo por trabajar con aparatos que aíslan cada musculo y lo trabaja por separado. El musculoso de combate tiene ese cuerpo por ejercicios que hacen trabajar a sus músculos en conjunto y su entrenamiento consiste en repetir y repetir técnicas de combate (golpes, patadas, derribos, llaves) hasta grabarlas en la memoria muscular, luego probarlas en situaciones similares a las de pelea real (sparring) para adaptarlas a la acción y automatizarlas, así “salen solas” cuando se necesitan.
Muchos piensan que los fisicoculturistas son fuertes y atléticos, sin embargo, su objetivo es el volumen y la marcación pero no la fuerza y menos aún la destreza. Quienes ganan las competencias de hombres más fuertes del mundo en general tienen reservas de grasa, y los culturistas, cuando están posando en los concursos, con esos cuerpos tremendamente rallados, con cortes intermusculares tan profundos que se podría meter los dedos, se encuentran en estado de deshidratación grave, acalambrados y a punto del colapso masivo. Un hombre en ese estado se desmayaría de sólo subir a la plataforma de un octágono. En los años que llevo viendo y analizando combates pude comprobar en más de una oportunidad estas aseveraciones. Cada vez que un evento quiere hacerle carrera a un peleador lo pone contra uno de estos “paquetes”, de físicos formidables pero técnicamente nulos, y el público que desconoce aplaude al ganador y lo ovaciona por haber vencido a semejante bola de músculos. En una oportunidad en que esto había sido muy evidente, me tomé el trabajo de investigar de dónde venía el musculoso de turno, presentado como “temible peleador callejero, sin récord en MMA pero con cientos de rivales vencidos en las calles”. Era un stripper.
Para profundizar en este tema, conversamos con el preparador físico Ariel Couceiro, responsable de la puesta a punto de atletas como Esteban Bonaveri, Kevin Medinilla y Emiliano Sordi, él nos explica la diferencia entre el entrenamiento de un culturista y el de un peleador:
“Utilizando protocolos del fisicoculturismo, y orientándose a músculos en vez de movimientos, se genera aumento del volumen del sarcoplasma muscular y, por lo tanto, el luchador aumenta de peso. Además incrementa el “déficit de fuerza”, es decir, se pierde la capacidad de aplicar fuerza rápidamente, aunque la fuerza absoluta del atleta aumente en los ejercicios utilizados.
“El peleador de MMA debe manifestar altos niveles de distintos tipos de fuerza relacionados con las diferentes técnicas y esto poder repetirlo en el transcurso de los rounds con la máxima intensidad posible. Por lo tanto, el proceso de entrenamiento debe contemplar en primer lugar desarrollar los distintos tipos de fuerza requeridos y una vez alcanzados los niveles óptimos, generar la capacidad de reiterarlos durante los 5 minutos que dura un round y en la sucesión de los mismos. Es fundamental entender que se debe lograr una muy buena base de fuerza máxima, la que es el sustento del resto de las manifestaciones de fuerza, especialmente la fuerza explosiva requerida para los golpes, entradas a pierna y lances, y la resistencia de fuerza tanto isométrica como dinámica, requerida en distintos forcejeos. Debemos abarcar un espectro que va desde poder manifestar el mayor nivel de fuerza posible en menos de 150ms (milisegundos) hasta poder mantener altos niveles de fuerza durante varios segundos ininterrumpidos.
“Para que se entienda la importancia de la fuerza máxima me gusta usar un ejemplo relacionado a la economía personal: la fuerza máxima representa el dinero que usted tiene en su cuenta bancaria, cada vez que realiza una manifestación de fuerza, está realizando un ‘retiro’ de su cuenta, cuanto más grande sea esta cuenta, más grandes y más frecuentes serán los retiros que pueda hacer. Imaginemos que un peleador tiene que mover a su oponente de 80 kilos y su máxima capacidad es 100 kilos, estará movilizando el 80 por ciento de su máximo, si en cambio su máxima capacidad es de 160 kilos estará movilizando sólo el 50 por ciento, lo que le permitirá hacerlo a mayor velocidad y con menor gasto energético, lo que redundará en la resistencia, algo que pocos tienen en cuenta. Un peleador más fuerte será más económico y más rápido en acciones que impliquen movilizar el peso de su oponente, ya que la velocidad es altamente dependiente de la fuerza ante cargas que representan más del 40 por ciento de la máxima capacidad (1RM)”.
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